El llanto de Javier Mascherano en la mitad de la cancha fue la síntesis perfecta del sentimiento de los miles de hinchas que estuvieron en el estadio Maracaná, de aquellos que vistieron de celeste y blanco las playas de Copacabana y de los millones que se ilusionaron y sufrieron desde Argentina con la definición de la Copa del Mundo de Brasil 2014 frente a Alemania.
Pero, esas lágrimas ya no son las de otros mundiales. Esta vez, pese al "dolor" que se percibió en sus palabras y en su mirada, el Jefe podrá ver el vaso medio lleno y, con el tiempo, guardar este Mundial en el rincón asignado a los grandes recuerdos.
"Nos hubiese gustado venir de otra manera", aseguró Mascherano tras arribar a Argentina luego de más de un mes luchando por conseguir avanzar casilleros en el Mundial.
"Seguramente que vamos a guardar este momento como un gran recuerdo. A veces nos olvidamos que este es un juego. Tenemos una tristeza muy grande, duele mucho, pero no hay nada que reprocharnos. Todo el equipo hizo un gran Mundial", dijo Mascherano.
Luego de las frustraciones en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010, Mascherano había dejado de creer que podría conseguir con el seleccionado todo lo que había soñado desde chico. Pero este equipo y Sabella, según contó, le permitieron "volver a creer".
"Me devolvieron la ilusión de que todavía podía conseguir algo con la selección", contó el santafesino.
Mascherano volvió a creer y los hinchas también. Cuando pase el dolor por haber acariciado la gloria, el subcapitán argentino tendrá la tranquilidad de haber sido parte de un equipo que puso nuevamente al seleccionado en lo más alto del fútbol mundial, después de casi un cuarto de siglo.
Mascherano fue el corazón y el emblema de un equipo que sostenía sus ilusiones en el poderío de los delanteros, pero que en Brasil mutó y se convirtió en una formación confiable en defensa y con un gran sentido colectivo.
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