Carlitos Balá se acerca al centenario y sorprende con su optimismo: "Ya van cuatro generaciones que me siguen, contando ésta de Panam, pero ¡retirarme no! Retirar, me tiene que retirar el público. O yo verme agotado por la edad. Igual, si me retirase, seguiría haciendo reír por la calle".
Furor en redes sociales con las cuentas que abrieron sus fanáticos, hasta la línea de colectivos 39 ?donde realizaba en sus inicios sus monólogos de humor- se acopló al homenaje. Carlos Salim Balaá -su verdadero nombre- sólo tiene agradecimiento: "El cariño me rejuvenece. Todo el mundo debería recibir cariño. Espero poder vivir unos años más para poder hacer reír unos años más".
A los 90, el impulsor del mítico "Chupetómetro" sigue haciendo giras, se suma a los shows de Panam y hasta llama a cada fanático para su cumpleaños: "Conservo los dibujos en carpetas, guardo los teléfonos y los llamo. Son grandulones pero los sigo divirtiendo. Algunos ya tienen nietos y no pueden creer cuando escuchan mi voz".
Ayudante de carnicero en el local de su padre, Balá se inició en la actuación en La revista dislocada, por Radio Splendid, a mediados de la década del 50. "Todavía me acuerdo de ese primer día. Yo sabía que temblaba, entonces llevé un almanaque y le saqué los 12 meses... me sirvió de apoyo para el libreto. Interpreté a un personaje nervioso. Yo me hacía el que me trababa: 'Señoris, señores, señoras, tengan ustedes buenas tirdas, terdes, tardes. En el saclo, seclo, ciclo que se inicia, con libreto de Aldo Cacá, Cacá, Cammarotta'. Pensaron que yo era un pobre tipo. Pero cuando se dieron cuenta del chiste, descubrieron un buen personaje", cuenta.
Hincha de Chacarita, vecino de Recoleta, padre y abuelo, Balá cree que nunca pasarán de moda las muletillas que se convirtieron en moneda corriente en el lenguaje cotidiano. "Ea-ea ea pe pé, Gestito de idea, Fabulósico, Un kilo y dos pancitos. Creo que no se van a morir jamás".
Con unas 20 películas en su curríuculum (desde la trilogía de Canuto Cañete a La muchachada de a bordo), ciclos televisivos inolvidables como Balamicina y Balabasadas, más ciclos infantiles en los que miles de niños dejaron para siempre su chupete y un Martín Fierro a la trayectoria (entregado en 2011), Balá parece no tener cuentas pendientes. Aunque sorprende: "Algunas cosas faltaron. Un gran papel dramático, un psicótico. Hacer un tipo raro, medio piantao, un enfermo".
"Si hubiera contado cada chupete que le saqué a los chicos, hubiera entrado directo al récord Guinness, seguro. Los chupetes fueron a parar todos a la basura, porque se pudrían. Dos, tres millones", detalla. "No importa que hoy el chico esté con el celular o la computadora, yo hago reír a cualquier chico. Dame tiempo para que se instalen mis personajes, y te hago reír a todos. Eso sí, a los chicos de hoy, en lugar del chupete, hay que sacarles el celular".
Hoy todo es celebración. En Twitter y Facebook miles de ex niños celebran los 90 de Balá. Su página oficial de Facebook, por ejemplo, contabiliza más de medio millón de seguidores. No es muy difícil entender por qué Carlitos no se rinde y se resiste a bajar de un escenario: "Hago reír y tengo el mundo a los pies. Es una adicción hacer reír. Es una felicidad casi religiosa. Yo siento que le hago un bien al ser humano". (Clarín)