Mientras la aplicación de vacunas avanza en el mundo, disminuye la propagación del coronavirus y se reducen en más de un 80% las hospitalizaciones de adultos mayores, los científicos no se relajan y siguen ahondando en las particularidades de SARS-CoV-2, el enemigo invisible que hace un año amenaza a la humanidad.
Un nuevo estudio científico, publicado en la revista Blood Advances, certifica lo que investigadores ya suponían en octubre del año pasado: el virus del COVID-19 tiene preferencia por el antígeno del grupo sanguíneo A que se encuentra en las células respiratorias de las personas.
Los investigadores evaluaron una proteína en la superficie del virus SARS-CoV-2 llamada dominio de unión al receptor (RBD, por sus siglas en inglés). Se trata de la parte del virus que se adhiere a las células huésped, por lo que es un objetivo de investigación importante para comprender cómo se produce la infección y cómo se comporta el virus en cada organismo.
De acuerdo a lo informado en la publicación, el equipo evaluó antígenos sintéticos de grupos sanguíneos en glóbulos rojos y respiratorios que se encuentran en individuos con los grupos sanguíneos A, B y O, y analizó cómo interactuaba el RBD del SARS-CoV-2 con cada tipo de sangre único. Lo que descubrieron es que éste tiene una marcada preferencia por los glóbulos rojos del grupo sanguíneo A, que se encuentra en las células respiratorias, cosa que no sucedió con los tipos de sangre B y O.
Al respecto, el autor del estudio Sean R. Stowell -del Hospital Brigham and Women’s, en Estados Unidos-, señaló: “Es interesante que el RBD viral solo prefiera el tipo de antígenos del grupo sanguíneo A que se encuentran en las células respiratorias, que presumiblemente es la forma en que el virus ingresa a la mayoría de los pacientes y los infecta”.
En ese sentido, añadió: “El tipo de sangre es un desafío porque se hereda y no es algo que podamos cambiar. Pero si comprendemos mejor cómo interactúa el virus con los grupos sanguíneos de las personas, es posible que encontremos nuevos medicamentos y métodos de prevención”.
Según precisó Stowell, el equipo trató de determinar si existía una preferencia de unión similar para el RBD del SARS-CoV, el virus que causa el síndrome respiratorio agudo severo (SARS). Aunque la composición del virus difiere, el SARS-CoV RBD mostró la misma preferencia para unirse a los antígenos del grupo A en las células respiratorias.
El doctor Stowell y su equipo enfatizaron que sus hallazgos por sí solos no podían describir o predecir completamente cómo los coronavirus como el SARS-CoV-2 y el SARS-CoV afectarían a los pacientes de varios tipos de sangre. “Nuestra observación no es el único mecanismo responsable de lo que estamos viendo clínicamente, pero podría explicar parte de la influencia del tipo de sangre en la infección por COVID-19”, subrayó.
Esta investigación se suma a otras realizadas el año pasado que, para ese entonces, ya sugerían que los tipos de sangre A o AB podían presentar cuadros clínicos más severos en el caso de contraer el virus. En junio del 2020, un artículo publicado en New England Journal of Medicine anticipó que los genes pueden determinar que algunas personas desarrollen tipos graves de COVID-19 y tengan mayor vulnerabilidad a la enfermedad.
Aseveraron que tener sangre tipo A implicaba un 50% más de riesgo a contraer la enfermedad y atravesarla gravemente, es decir, con mayor riesgo de disfunción o insuficiencia orgánica que aquellas personas con los tipos sanguíneos O o B. El grupo O confería un “efecto protector” en las personas: menos riesgo de contagio y posibilidades -en caso de infectarse- de desarrollar problemas serios en los órganos.
Para llegar a esas conclusiones, los investigadores compararon los datos del registro sanitario danés de más de 473.000 personas a las que se les hizo la prueba de coronavirus con los datos de un grupo de control de más de 2,2 millones de individuos de la población general.