Apenas una semana después de haber levantado las últimas restricciones y de cancelar el uso obligatorio de mascarillas en lugares cerrados, Israel se enfrenta a un nuevo brote de covid-19, en su mayoría por contagios con la variante delta, surgida originalmente en India. El primer ministro israelí, Naftali Bennett, ha anunciado este martes que el repunte de casos registrados, que han pasado de prácticamente cero la semana pasada a 125 este lunes, “está siendo abordado como una nueva oleada” de la pandemia. En una comparecencia televisada en el aeropuerto de Tel Aviv, Bennett precisó que todos los viajeros deberán usar mascarilla en la terminal aérea, principal puerta de entrada al país. También recomendó a los israelíes que vuelvan a utilizar el tapabocas en lugares cerrados y que los menores se vacunen con urgencia.
Cuando creían haber dejado definitivamente atrás la pandemia, muchos ciudadanos de Israel han vuelto esta semana a utilizar de forma espontánea mascarillas ante las noticias sobre el brote en localidades del centro del país. El repunte ha coincidido con el aumento de vuelos al exterior después de más de un año de restricciones a los viajes.
Cerca del 60% de los 9,3 millones de israelíes están vacunados con la pauta completa de Pfizer-BioNTech y otro 10% ha superado la covid-19 y está también inmunizado. El Ministerio de Sanidad israelí ya había comenzado a vacunar recientemente a los menores de 16 años, el 30% restante de la población, en el tramo que va de los 12 a los 15 años, aunque las familias no se han apresurado hasta ahora a inmunizar a sus hijos a la vista del reducido número de contagios en los dos últimos meses.
El director general de Sanidad, Chezy Levy, ha destacado que el 70% de los nuevos casos de covid-19 registrados corresponden a la variante delta. La mitad de los 125 infectados son niños y una tercera parte, adultos ya vacunados. Sanidad se plantea reforzar el uso obligatorio de mascarillas en hospitales, residencias de personas mayores, centros de servicios sociales y en colegios donde se hayan detectado al menos cinco contagios.
El aeropuerto internacional Ben Gurion se convirtió el viernes en un coladero por el que entraron más de 2.800 viajeros desde el exterior sin haberse sometido a las pruebas PCR de detección de la covid, obligatorias a la llegada para poder acceder a Israel. Los servicios sanitarios de la terminal se vieron desbordados por el aterrizaje en un corto espacio de tiempo de aviones que transportaban a más de 6.000 pasajeros.
La imprevisión de los equipos que efectúan las pruebas, que no desplegaron los medios suficientes ante la masiva llegada de viajeros, obligó a que cerca de la mitad de ellos fueran autorizados a dirigirse a sus domicilios sin que se les practicara la prueba y sin que quedaran sometidos a cuarentena. Cerca de 5.000 israelíes han viajado en el último mes a Rusia, donde la variante delta es la dominante. Un vuelo semanal sigue enlazando los aeropuertos de Nueva Delhi y Tel Aviv.
El Ministerio de Defensa va a desplegar personal sanitario militar en el aeropuerto para poder examinar a todos los pasajeros en instalaciones suplementarias. “Si no necesitan viajar (forzosamente) al extranjero, no lo hagan”, advirtió a sus conciudadanos el primer ministro Bennett, quien anticipó “cambios significativos” en la política de control sanitario de los viajeros en Israel. El Gobierno había anunciado la reapertura de Israel para los no residentes, siempre y cuando estén vacunados, a partir del 1 de julio, después de más de 15 meses de clausura del país al turismo solo interrumpidos por una reciente experiencia piloto para pequeños grupos de vacunados.