El inicio de temporada de Dorados dista de ser el ideal: apenas ganó un partido de 5 (por Copa de México, cuando todavía Diego Maradona no se había reintegrado al banco de suplentes) y desde que el Diez volvió a pisar suelo azteca acumula tres derrotas sucesivas. El viernes, el Gran Pez visitará a Correcaminos, por la cuarta fecha del torneo Clausura del Ascenso MX y apostará por la recuperación. En consecuencia, no fue una semana más para el plantel, ni para el Jefe, como bautizaron en Sinaloa al entrenador.
"Esto se resuelve solamente con trabajo", dijo el orientador en la conferencia de prensa post tropiezo ante Cimarrones, que lo dejó en la última colocación de la Segunda División de México. "Tengo un equipo para pelear, que no nos den por descartados. Cuando el año pasado decían que no íbamos a la Liguilla, fuimos a la Liguilla", sacó la cara por su equipo.
Puertas adentro del vestuario, piensa parecido a lo que declaró, algo que no siempre sucede. "Estoy conforme con el juego, no con el resultado. El torneo pasado teníamos el 50% de la calidad futbolística que tenemos hoy", subrayó ante los medios. "No estamos con suerte, nos llegan y nos hacen un gol. Creo que el equipo funcionó mejor que el año pasado. Y trabajamos sólo una semana", argumentó ante sus íntimos.
En efecto, Maradona recién se reincorporó a las actividades de Dorados en pasado 25 de enero. Y cambió parte de su cuerpo técnico: se marcharon el mexicano Mario García y el ex arquero Luis Islas. En su lugar llegó José María Martínez, con la anuencia del DT, pero también con la necesidad de un conocimiento mutuo más profundo.
A su vez, el equipo sufrió una renovación. Partió el ecuatoriano Vinicio Angulo, la figura de Maradona, que hasta le adjudicó un apodo ("Vinicius"), pero llegaron el defensor Gustavo Canto y cuatro hombres para reforzar la ofensiva (Fernando Elizari, Fabián Bordagaray, Amaury Escoto y Rubio Rubin), que aún buscan conexión y sintonía fina para concretar en la red lo que generan.
Por eso, Maradona tomó dos medidas en pos de sacar al equipo de la crisis. Primero, respaldó al plantel. "Yo me puedo ir tranquilo porque sé que de esta salimos, sin ninguna duda", señaló en la conferencia, y el mismo mensaje bajó puertas adentro. El Diez mantiene una buena relación con los futbolistas y queda claro en distintos gestos. Por momentos, hasta parece un jugador más, como cuando se presta a oficiar de barbero de los futbolistas o cuando participa en los juegos de cartas en la concentración. Los referentes del grupo le rinden tributo: Gaspar Servio, el capitán, incluso se tatuó el rostro del astro, vestido con el uniforme de Dorados, con la leyenda "creo en Dios".
Lo que no quiere es que las derrotas incidan en el ánimo del plantel, Por eso también su reprimenda cuando observó algunas lágrimas en camerinos tras el golpe ante Cimarrones. "Hoy vi a muchos jugadores llorar. Acá no hay que llorar, acá hay que trabajar. A llorar a un velorio: esto es fútbol, acá no se llora, acá se mete. Si tengo que hacer 100 metros, hago 110. Eso nos va a llevar a lo que queremos", recalcó.
La otra cuestión en la que buscó hacer hincapié es en la definición. "Hay que trabajar mucho ahí", le remarcó a sus más cercanos. Y en la práctica de ayer los ejercicios giraron alrededor de la búsqueda de un último pase limpio y de la justeza a la hora de enfrentar el arco. El ex capitán de la selección argentina entiende que "tiene potencial", pero le urge que sus pupilos se quiten la presión, "que se desaten".
"Vamos a salir", les repitió una y otra vez a los jugadores. Detrás de ese primer objetivo, el entrenador apeló a las dos medidas descriptas para inyectar confianza.