Recién había llegado del entrenamiento en la cancha de Ferro, lugar que a veces les prestaban a esas futbolistas sin club. Estaba triste. La angustia la dominaba. Con un nene de dos años en casa, sabía que ir a jugar a la pelota a México era un sueño imposible. La voz de su marido, entonces, interrumpió sus pensamientos. "¿Qué te pasa? ¿Discutiste?", le preguntó.
"Medio llorosa -recuerda hoy a los 74 años-, le expliqué que las chicas se iban al Mundial y que yo estaba entre las convocadas, pero que con el bebé no podía ir. Pero él me dijo: 'Vos tenés que ir. Yo no te voy a poder pagar ese viaje'. Y fui". Del otro lado del teléfono la que habla es Elba Selva, la mujer por la que el 21 de agosto es el Día de la Futbolista en Argentina.
Es que el 21 de agosto de 1971, en ese Mundial "invisible", porque faltaban 20 años para que la FIFA apoyara al fútbol femenino, Elba le hizo cuatro goles a Inglaterra para el 4-1 de Argentina en el Estadio Azteca. "Lo que más recuerdo fue el primero. Le doy la pelota a Betty García, me la vuelve a dar, gambeteo a Harry, me corro para un lado del arco, remato al otro y fue gol. No cabía adentro de mi cuerpo, saltaba de la alegría", rememora.
Sin embargo, no fue lo que más la conmovió aquel día. "Después se me dio por mirar a las tribunas y gritaban '¡Argentina! ¡Argentina!' . Ahí sí que se me aflojaron las piernas. Estábamos en otro país, pero todos estaban de nuestro lado. Esa emoción es lo que más recuerdo. Inolvidable".
Jugar a la pelota en esa época no era sencillo. Durante la estadía en México, por ejemplo, Marta Soler, la arquera del equipo, cantaba en bares para "pagar las estampillas" y así comunicarse con las familias.
"Si trabajaba de mañana, a la tarde iba a entrenarme. Entrenábamos martes y jueves, y los sábados íbamos a las provincias a jugar. Cuando volvía, a veces llegaba tarde, me tomaba dos mates y me iba al trabajo. Fue difícil pero muy lindo. Disfruté muchísimo. Pasé más partes buenas que malas", relata Elba.
Una parte mala fue quedarse sin trabajo en la fábrica de medias, donde nadie sabía que ella jugaba al fútbol, por viajar a México. Y la peor, tener que estar lejos de su hijo. "Fue dificilísimo. Tener que dejarlo me costó. De noche lloraba porque lo extrañaba. Pero si no hubiera ido... Siempre le agradezco a mi marido, que ya no está, porque ahora todavía estoy acá con el fútbol femenino", cuenta.
No siempre fue así. Al volver de México se desilusionó y enterró ese pasado como futbolista de la Selección. "Cuando llegué, en el aeropuerto no había nadie y me cayó como que ya había pasado y que el fútbol había terminado. No quería saber más nada", explica a Clarín.
Por eso, cuando la exarquera Lucila Sandoval, fundadora de las Pioneras del Fútbol Femenino de Argentina, empezó a reunir a las jugadoras de aquel Mundial, ella se ocultó. "Me llamaron muchísimo tiempo y yo no atendía. Incluso mi pasado no lo conocían ni mis vecinos ni los profesores del Poli", cuenta.
El Poli es el Polideportivo Municipal de General Rodríguez, el lugar donde despunta su vicio por el deporte ("Hago todos los deportes que hay: ritmos latinos, fútbol, ping pong. Mi vida es el deporte", resalta) y con el cual se prepara para disputar los Juegos Bonaerenses en Mar del Plata. No competirá con un equipo de fútbol sino que lo hará como jugadora de ping pong.
"Ellos me decían: 'No puede ser que no le tengas miedo a la pelota y tengas tanta noción del deporte'. Y yo insistía en que no había jugado nunca. Hasta que un día un profesor, Cristian, me llamó aparte y me preguntó. Y le conté que había estado en el Mundial del 71. Él llamó a otro y le dijo: 'Mirá lo que tenemos acá'. Y una chica del Poli, Martina, que siempre me acompaña a todos lados, fue la que me convenció de que tenía que seguir, porque yo no quería. Dimos como tres vueltas a la cancha hasta que me convenció y así nos volvimos a reunir", relata paso a paso.
Ese reencuentro, que ahora recuerda como "muy lindo", se dio recién en diciembre de 2018, dos años después de que Sandoval empezara a buscarlas. "Si yo hubiese sabido que era bueno para las chicas que ahora están jugando en todos lados, lo habría hecho antes, porque eso me encanta", remarca. Y se ilusiona con el presente del deporte: "Dio un paso inmenso. En el Polideportivo, por ejemplo, en distintos horarios hay un montón de chicas que juegan, desde las más chiquititas hasta las grandes. Es lindo verlas".
Cuando en la década del '50 ella comenzó a jugar, en cambio, era distinto. "Vivía en Lugano y en el barrio eran todos varones y una sola nena que no estaba nunca porque iba a un colegio de monjas. Entonces aprendí a jugar a la pelota con los varones. Mi papá también me ayudaba y jugaba conmigo, aunque a mi mamá no le gustaba. Él le decía: 'Negra, dejala que juegue, ella es feliz'. Todos me miraban como sapo de otro pozo. Eran los grandes los que decían cosas, no los chicos", dice.
Y agrega: "Andá a lavar los platos me lo dijeron muchísimas veces, pero mi papá y mi marido después siempre me apoyaron. Y no le hice caso a nadie. Cuando algo te gusta, hay que luchar. Y si tuviera que volver a nacer, me gustaría volver a hacer todo".
Eso será lo que les dirá este miércoles a las jugadoras de la Selección Sub 17 en el predio de Ezeiza, en un encuentro gestado por las Pioneras. "Va a ser muy lindo ver a las chicas ahí. Me encanta -reconoce-. Para mí es una cosa muy importante decirles lo que pasé, lo que viví, que no hay que bajar los brazos, no importa lo que nos digan. Si les gusta jugar, hay que seguir para adelante".
Al fin y al cabo, es ella la gestora con sus goles de que a partir de ahora cada 21 de agosto sea el Día de la Futbolista.
"Para mí, es algo muy importante por todo lo que pasamos nosotras -concluye-. Y que después de tanto tiempo hagan el Día de la Futbolista argentina y sea por mis cuatro goles me pone muy feliz y contenta. Me llaman desde todos lados. Me siento una artista. Estoy muy feliz, sobre todo al ver a las chicas que ahora juegan en todos lados".