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La historia del paranaense de 12 años que compitió en el Mundial de Natación para Sordos

Julián Vincitorio Doce representó a la Argentina en el Mundial de Natación para Sordos. El adolescente no va a escuelas especiales, ni usa lengua de señas. Su objetivo es aprender a hablar y escuchar. El deseo: "Quiero salir primero".

28 de Diciembre de 2021
Julián logró su mejor marca personal en 50 metros.

Julián Vincitorio Doce pronuncia pocas palabras, pero sabe lo que quiere cuando compite: "salir primero". En una videollamada con Clarín, el chico de Paraná, Entre Ríos, se muestra feliz por su experiencia en el Mundial de Natación para Sordos. Con solo 12 años (acaba de cumplir los 13) era el más joven de la delegación de la Confederación Argentina Deportiva de Sordos que voló al otro lado del mundo, con destino final en Gliwice, Polonia.

 

Fue la primera vez que viajó en avión y encima sin sus padres (por cuestiones de "burbujas" lo acompañó su entrenador). Pero asegura que no tuvo miedo. En el Mundial -que se hizo del 13 al 20 de noviembre- compitió en las cerreras de 50 y 100 metros libre y pecho, y en las postas mixtas. Todo, con nadadores mucho mayores que él, de entre 18 y 40 años.

 

¿Lo que más le gustó? "Nadar postas con otros chicos", responde quien logró su mejor marca personal en 50 metros. Junto a sus compañeros -Emanuel Llano, Celeste Puñet y Natali Carrizo- quedaron séptimos en el equipo por postas. "Enseguida se integró. Incluso aprendió lenguaje de señas, que no sabe, porque nosotros siempre apostamos a la oralidad", cuenta su mamá, Mariela Doce.

 

"Cuando se detectó la hipoacusia y decidimos hacer el implante, los profesionales que estaban haciendo la rehabilitación nos aconsejaron que no aprendiera lengua de señas porque sino no iba a querer aprender a hablar y escuchar", aclara Mariela.

 

"En Polonia, una de sus compañeras no tenía nada de oralidad. Y en el torneo todo se organiza en lengua de señas, todas las indicaciones. Con lo cual, tuvo que aprender en el momento", completa la orgullosa madre del nadador.

 

<b>Su historia</b>

"No nos dimos cuenta porque nació escuchando. Pero, al año y medio, las maestras del jardín detectaron que algo no andaba bien. Cuando le hablaban de atrás, él no respondía", recuerda Mariela.

 

"No decía ni una palabra. Pero, como era mi tercer hijo, la gente me decía: 'No te hagas problema, es porque es vago'. Siempre fue un nene muy inteligente, resolvía todo, se adelantaba a lo que vos pretendías que hiciera", continúa.

 

Hicieron tres veces los estudios, con tres médicos distintos, porque no se podían convencer de lo que pasaba. A los dos años, llegó el diagnóstico. Tenía hipoacusia bilateral profunda causada por citomegalovirus en el octavo mes de embarazo.

 

Por decisión de sus padres, Julián no tuvo una educación especial. Asiste a la Escuela Normal "José María Torres" de Paraná, la misma donde cursaron sus hermanos.

 

"Nunca tuvo problemas de integración ni en la escuela ni en el grupo de natación", celebra su mamá. "Donde había chicos, él estaba. Hoy hace lo mismo: donde hay joda, está presente", cierra entre risas.

 

<b>Volver a escuchar</b>

El implante coclear es un dispositivo electrónico que puede restituir la audición en un paciente con pérdida auditiva severa o profunda. Por ejemplo, en niños que no pueden escuchar ni la voz conversada ni gritada, y que no se beneficien con el uso de audífonos.

 

Consta de dos partes. Una interna llamada receptor estimulador, que se coloca debajo de la piel mediante un procedimiento quirúrgico, a unos centímetros detrás de la oreja y con electrodos que van dentro de la cóclea. La otra parte, la externa, se llama procesador de habla. Se conecta con la parte interna, a través de la piel, por medio de un imán.

 

Está indicado en niños a partir de los 12 meses de edad, aunque hay situaciones donde se pueden implantar antes. Para el doctor Eduardo Hocsman, Jefe del Sector Otología e Implantes Cocleares del Hospital de Clínicas "José de San Martín", el tiempo es clave.

 

"El poder actuar frente a una hipoacusia detectada en forma temprana, es decir, en los primeros meses de vida, significa tener la posibilidad de lograr que niños hipoacúsicos desarrollen habilidades auditivas y lingüísticas comparadas con las de niños con audición normal", explica en un comunicado.

 

"Si un niño es implantado dentro de los primeros tres años de vida, prácticamente puede tener una escolaridad normal en una escuela de normo oyentes", continúa Hocsman.

 

Y agrega: "A mayor precocidad en la edad de implantación, menor será la rehabilitación audiológica que tendrá que realizar ese niño y más rápido los sonidos -desde la voz de sus padres, la lluvia al caer y la música- estimularán su corteza auditiva".

 

Según Mariela, desde que tiene implante su hijo "se logra comunicar con la gente de otra forma". Y también pudo tener percepción del peligro. "Cuando era chiquito no escuchaba una bocina, no escuchaba un grito. Salía a la calle y no miraba si venían autos", describe.

 

El chico tuvo que aprender a usar el aparato. "No es que te lo ponen y salís escuchando. Es toda una adaptación, que lleva un tiempo", dice la madre. Lo ayudaron una psicopedagoga, una profesora de sordos, y dos fonoaudiólogas.

 

<b>El desafío de nadar sin poder oír</b>

Julián practica natación desde los 4 años en el Atlético Echagüe Club, de Paraná. "Siempre destacamos que tiene condiciones físicas", opina María "Mary" Bournissent, su entrenadora hasta los 10 años.

 

Participó en competencias de nadadores convencionales (no sordos), desde torneos a nivel local, como también en campeonatos entrerrianos y nacionales. Es campeón nacional en equipos de postas.

 

La semana pasada estuvo en el Campeonato de la República de Natación que se hizo en Parque Roca. Participaron unos 800 nadadores y Julián era el único sordo. Su club obtuvo el segundo puesto.

 

Para meterse a la pileta, se saca el implante. "Recién ahora accedimos a una funda que viene para el agua, porque son todos dispositivos caros. Pero al tener que usar gorro de silicona (para nadar) no le termina de llegar el sonido. Lo va probando", cuenta la madre.

 

¿Qué dificultades hay en nadar sin poder escuchar? "El serio problema que tenemos son las partidas", dice Mary. Explica que en Polonia todo estaba adaptado para los sordos. Entonces tenían, en el lugar donde fijaban la mirada, un semáforo. Y todos largaban en las mismas condiciones.

 

Pero en nuestro país Julián depende de la reacción de los entrenadores al disparo. "Tenemos la mano relajada. (Cuando suena) 'en sus marcas' la abrimos de golpe. Y ahí larga", comenta.

 

Julián entrena -actualmente con Carlos Scocco- todos los días por la mañana y por la tarde. Incluidos el 24 y el 31 de diciembre. "El cuerpo no entiende de vacaciones", lanza Mary. Además, hace gimnasio dos veces por semana.

 

Está terminando el primer año de secundario y no sabe qué va a hacer cuando sea adulto. Mientras, se prepara para su próximo encuentro: el Mundial en pileta de 50 metros que se va a realizar en Argentina en 2023.

Julián Vincitorio Doce Natación