La situación en Avellaneda se tornó crítica este sábado, cuando la barra brava de Independiente, liderada por Mario Nadalich y Juan Ignacio Lencziki, ingresó al predio de Villa Domínico para confrontar al plantel tras el escándalo por una fiesta en un yate. La acción tuvo lugar inmediatamente después de la práctica, cuando un grupo de barras llegó en camionetas y autos al portón lateral del club, evidenciando una clara señal de que la paciencia se había agotado.
La mañana lluviosa no presagiaba un encuentro festivo, sino que la cúpula de la barra brava buscaba hacer sentir su descontento. Con un mensaje que resonó en toda Avellaneda, expresaron: “Dejen la joda y empiecen a ganar porque si no la próxima vez no hablamos, actuamos”. Para enfatizar su advertencia, mostraron morrales cerrados que dejaban entrever la posibilidad de que contuvieran elementos más amenazantes.
La reunión generó un clima de tensión palpable, sorprendiendo a los jugadores, quienes intentaron calmar la situación. Entre los más grandes del plantel, el arquero Rodrigo Rey y Federico Mancuello buscaron reducir la confrontación y recordar a los barras que, aunque el fútbol tiene sus altibajos, la entrega y el compromiso son fundamentales.
Este episodio se desencadenó tras la reciente aparición de varios futbolistas en un yate con influencers, lo que generó un escándalo y llevó a la decisión de apartar a Diego Tarzia y Marco Pellegrino del primer equipo. Aunque los profesionales tienen derecho a disfrutar de su tiempo libre, la percepción del hincha puede complicar el entendimiento en momentos de crisis, especialmente tras los pobres resultados recientes, como el empate con Godoy Cruz y la decepcionante actuación ante Sarmiento.
La decisión de la barra de acudir al entrenamiento se tomó en una reunión previa en el club Juventud Unida de Barracas, donde se evaluó el clima en torno al equipo y la reacción del público ante los últimos resultados. Creyendo que el descontento general podría respaldar su accionar, decidieron mostrar su poder y advertir sobre las posibles consecuencias de no mejorar.
Al ingresar al predio, los barras se organizaron para reunirse con los jugadores en un espacio abierto, lejos de la supervisión del cuerpo técnico. Durante esta confrontación, se exigió que el plantel priorizara los intereses del club y se comprometiera a obtener resultados. La falta de entrega fue un tema central en sus reclamos, dejando claro que cualquier indicio de deslealtad hacia el cuerpo técnico o la dirigencia podría agravar aún más la situación.
Este no es un hecho aislado en la historia reciente del Rojo. En agosto, una visita similar, aunque menos violenta, ya había tenido lugar, lo que indica una relación tensa entre la barra y el plantel. La presión de los barras parece ser un fenómeno recurrente en Independiente, un club que atraviesa tiempos difíciles.
(Infobae)