Al parecer el combate frente a Floyd Mayweather, en el que mostró una imagen bastante gris, no desalentó al irlandés Conor McGregor en su camino hacia un desembarco definitivo en el boxeo. El campeón de artes marciales mixtas busca una nueva oportunidad en esta especialidad y su próximo adversario podría ser Manny Pacquiao, según reveló el filipino.

"Si podemos negociar, no tengo problemas. Estará bien para los dos", sostuvo Pacquiao el ser consultado sobre la posibilidad de combatir contra McGregor. El excampeón en seis categorías distintas reveló que ya había tenido un primer acercamiento con quienes manejan la carrera del peleador de MMA. "Todavía no hemos tenido otras conversaciones", afirmó, pero agregó que había escuchado que los irlandeses querían una pelea con él.

Los rumores sobre un posible combate comenzaron el mes pasado, cuando Pacquiao desafió a McGregor a través de las redes sociales. "¡Feliz Día de Acción de Gracias! Mantente en forma, mi amigo", escribió en Twitter e Instagram junto a una foto de su potencial adversario.

La próxima pelea de Pacquiao, quien divide su tiempo entre el pugilismo y la actividad política (es senador en su país), será en abril del año próximo y se llevará a cabo en Malasia, en Dubai o en Macao, la nueva meca del boxeo en Asia, señala Clarin.

El nombre de McGregor es solo uno de los que Pac Man baraja para esa presentación. Los otros candidatos a compartir el cuadrilátero con él son el estadounidense Keith Thurman, campeón mundial welter de la AMB y el CMB, y el australiano Jeff Horn, quien lo venció y le arrebató el cetro welter de la OMB en su último combate, en julio de este año.

Pacquiao, que la semana próxima cumplirá 39 años, fue campeón mosca, supergallo, superpluma, ligero, welter y superwelter. Ostenta un récord profesional de 59 victorias (38 por nocaut), 7 derrotas y 2 empates.

Por su parte, McGregor solo hizo una incursión en el pugilismo (tanto rentado como aficionado): la cuestionada pelea frente a Mayweather en agosto de este año en el T-Mobile Arena de Las Vegas, que batió el récord de pay per view (pagar para ver) y significó ingresos millonarios para ambos protagonistas, pero ofreció un espectáculo bastante pobre para los espectadores.